Cuando tenemos que tomar una decisión en este mundo material y dual siempre hay algo que se gana pero también algo que se pierde. Cuando elegimos tomamos algo que viene de lo profundo de nuestro corazón y al mismo tiempo hay algo que dejamos, algo a lo que renunciamos generando así diversas emociones en nuestro interior.

Cuando tomamos la decisión de viajar hay muchas cosas que decidimos renunciar y las cuales vamos a extrañar. El vínculo cotidiano con la familia y los amigos, los cumpleaños, las salidas, la birra en un bar, el pogo de un recital, la comodidad del hogar, la comida de la abuela, el abrazo de mamá. La comodidad de lo conocido se empieza a desdibujar y si bien al principio del viaje todo es estímulo y novedad, con el tiempo se vuelve incomodidad, incertidumbre, por momentos inseguridad. Tener la libertad de movernos todo el tiempo es emocionante, pero si no lo sabemos tramitar se vuelve agobiante. 

Lidiar con eso es un proceso que lentamente se va instalando dentro nuestro. Un proceso que consciente o inconscientemente atravesamos cuando viajamos, algunos les cuesta más que a otros, pero todos experimentamos el sentirnos lejos de casa, extrañamos la familia, la cultura, la comida.

Atravesarlo poniéndolo en palabras ayuda. Refugiarse en amigos, conocidos, quizás gente que conocemos de nuestro mismo lugar, es otra forma de hacerlo más ameno. Ir encontrando las maneras de habitar suelos desconocidos es particular y única de cada uno, es parte del aprendizaje, es parte del soltar algo para que crezcan experiencias nuevas.

Broome, Australia